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La familia Pabón forma parte de los casi ocho millones de venezolanos que han dejado su país en la última década para huir de un régimen autoritario y una economía colapsada; su migración constituye uno de los desplazamientos más grandes de población en el mundo.
Los Pabón llegaron a Ciudad Juárez, México, al otro lado de la frontera de El Paso, Texas, el 1 de diciembre de 2022, después de un viaje de seis meses, a través de siete países y miles de kilómetros. Dejaron su tierra natal en un momento en que Estados Unidos había acordado suspender las deportaciones de venezolanos que ya vivían en el país porque Washington había roto relaciones diplomáticas con el gobierno de Nicolás Maduro. Al igual que ellos, miles de nuevos inmigrantes venezolanos llegaron a las ciudades fronterizas mexicanas, como Juárez, con la esperanza de aprovechar la oportunidad que ofrecía la apertura.
Pero cuando los Pabón arribaron, Estados Unidos había invertido el rumbo y estaba sometiendo a los venezolanos a muchas de las mismas restricciones que imponía a los ciudadanos de otras nacionalidades. Les exigió usar una aplicación especial móvil llamada CBP One para conseguir una cita para entrar a Estados Unidos en busca de asilo. En la frontera de El Paso solo había disponibles aproximadamente 150 citas al día. Repentinamente, los Pabón se quedaron varados en Juárez junto con un número incontable de otros migrantes cansados y frustrados, en una ciudad de 1.5 millones de habitantes que carecía de los recursos para abastecer a la abrumadora cantidad de recién llegados.
Esta situación se convirtió en una olla de presión que estalló el 27 de marzo de 2023, cuando un incendio arrasó con el único centro de detención de migrantes en la ciudad. Murieron 40 inmigrantes y más de dos docenas resultaron lesionados, convirtiéndolo en uno de los incidentes relacionados con inmigrantes más letales en la historia de México.
Cinco meses más tarde del siniestro, la familia Pabón consiguió una cita a través de la aplicación CBP One y cruzó a Estados Unidos. Finalmente, lograron solicitar asilo, pero después de sumarse a una población de migrantes cada vez más numerosa, visible, y sin conexiones en el país, siguen teniendo un camino incierto y difícil de alcanzar.